miércoles, 22 de abril de 2020

Bakemonogatari #5: El diablo de los chubascos

Dar y recibir. Recibir y dar.

En este tomo nos adentramos en la historia de Kanbaru, el transcurso de los acontecimientos que han acabado con la posesión por parte de la mano de mono... o lo que sea. Como de costumbre, Oshino arroja luz y sabiduría a muchas de las incógnitas tras la anomalía, pero también le da la vuelta a cualquier suposición o certeza a la que llegaran anteriormente Araragi o Kanbaru. ¿De verdad estamos hablando de una pata de mono? ¿Actúa de manera egoísta o simplemente intenta cumplir los deseos reprimidos de la poseída? Las respuestas a esas preguntas no son fáciles de asumir, la forma de librarse de la mano tampoco...

Kanbaru es una persona honesta... con sus propios vicios. No deja de ser un reflejo de la misma serie: desinhibida, carente de complejos, dispuesta a probar nuevos tipos de torturas u ofrecer "la puerta de atrás" en un gesto de amor incondicional cuanto menos curioso. Puede que no tenga la dialéctica asesina de Senjôgahara ni las curiosas salidas de Mayoi, pero su inocente perversión me ha ganado bastante durante la lectura.

Por otro lado, sigo flipando con las escenas de acción; me cuesta creer que sean tan complejas y llenas de detalles y a la vez tan fáciles de leer. No me quiero ni imaginar el trabajo hercúleo que debe suponer el plasmar tantos detalles en una sola página sin que se pisen unos a otros. Le tengo mucho aprecio a Araragi, pero me encanta lo gráfico que es Oh!great cada vez que Kanbaru lo hace pedazos de un golpe.

Lo mejor: La lección de Oshino sobre demonios; Kanbaru da rienda suelta a su amplia colección de perversiones.

Lo peor: Nada destacable.

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