Este tomo es, en esencia, una recolección de 4-koma y una serie de capítulos especiales que en su día fueron publicados junto a las ediciones coleccionista del anime. Los 4-koma tienen una misión esencialmente cómica y paródica de los hechos acaecidos en la historia original, con un estilo caricaturesco y desenfadado. Aunque hay por ahí un momento tierno, como el referente a las lentillas de Kaori. Es un recurso más o menos habitual en otros mangas que cumple a la perfección su cometido de aligerar la lectura.
La verdadera madre del cordero de este tomo está en los cinco capítulos especiales que contiene, cinco capítulos que nadie pidió pero que todos los fans de la serie necesitaban. Miran hacia atrás, hacia el origen del Kôsei pianista y su campo de girasoles o a cierta niña consentida que era un torbellino hasta que cayó en sus manos un violín. Es una oportunidad para deleitarnos con el puro nervio de Emi y lo maravilloso de su volubilidad. Es una ocasión para mirar al futuro de dos músicos que se llevan como el perro y el gato pero que llevan la música en el tuétano. Son historias que no son imprescindibles pero sí rellenan con verdad huecos llenos de suposiciones hasta ahora.
Es este tomo, en definitiva, un epílogo de una serie muy especial, la razón por la que la tristeza ya no siempre me parece tan mala de sentir.
Lo mejor: Un capítulo solo para Emi es el paraíso para mí, y no digamos ver a una Nagi adolescente.
Lo peor: Me hubiera gustado ver a los Kôsei y Tsubaki casi adultos, saber cómo encauzaron su relación...
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