viernes, 1 de marzo de 2019

El mundo de Sofía

Es un buen momento para hacerse preguntas que no tienen respuesta.

Sofía, a punto de cumplir quince años, recibe una misteriosa carta con las siguientes preguntas: "¿Quién eres?", "¿De dónde viene el mundo?". Ese es el inicio de un increíble viaje a través de la historia de la filosofía occidental de la mano de un misterioso filósofo que se oculta tras esas cartas y lecciones de filosofía escritas a máquina.

Aunque en teoría soy un hombre de ciencias, la asignatura que más disfruté durante bachillerato fue sin duda Filosofía, gracias a un buen profesor y una curiosidad que nunca había sentido antes. Una vez pasados esos dos años la falta de tiempo y necesidad me alejaron de ella. Quería volver, pero no encontraba el momento, pero sí el modo si algún día dicho momento llegaba. La cantidad de veces que he visto este libro en la biblioteca de mi hermana y he murmurado "algún día" son incontables. El año pasado la espera se acabó: con tiempo o sin él, tenía la necesidad de afrontar esta larga lectura. Larga, sí, pero también apasionante.

Una vez leída la última página he llegado a una conclusión absoluta: nunca seremos capaces de ponderar lo importante y beneficioso que puede ser introducir esta asignatura mucho más allá de esos dos años de bachillerato que, no olvidemos, no todo el mundo hace. Lo perentorio que puede ser para un cuasi adolescente que empieza a saborear lo agridulce de la madurez desarrollar un pensamiento crítico y sereno ante los grandes interrogantes de la vida, o que el mundo puede seguir sorprendiéndole a pesar de convertirse en un adulto. 

La Filosofía es la madre de todas las ciencias. Fueron los filósofos los que se preguntaban por qué ocurrían el día y la noche antes de que naciera la Astronomía; fueron los filósofos los que intentaron explicar las acciones de la naturaleza antes de que nacieran la Biología, la Física o la Química. El término "átomo", sin ir más lejos, fue acuñado por Demócrito, un filósofo griego. Sin embargo, su presencia en los planes de estudios ha quedado relegada a lo residual, a lo indiferente. Un error garrafal, difícil de subsanar por la crónica falta de voluntad de todos.

El mundo de Sofía vale tanto para los que quieren descubrir la Filosofía como los que la conocen muy bien. Pensado como una puerta de entrada para jóvenes imberbes, se ha convertido sin quererlo en un libro de culto para adultos. Desde los filósofos de la naturaleza hasta las innumerables ramificaciones del siglo XX, pasando por Platón, Descartes, Hume, Kant o Marx. Las lecciones de Alberto son amenas, los ojos y oídos de Sofía receptivos, reflejo fiel del lector que devora páginas sin darse cuenta. Uno pasa de ser un fiel creyente del mundo de las ideas de Platón a un racionalista convencido, observa con curiosidad la menospreciada y desconocida filosofía de la Edad Media, descubriendo la larga sombra de la religión en el pensamiento filosófico a lo largo de los siglos, o descubre los principios del comunismo, olvidados y retorcidos por los políticos. Son lecciones cortas, sintetizadas en lo importante, pero apasionantes e interesantes. Se hecha en falta algo de política -el empirismo de Locke se explica ampliamente pero no su famoso contrato-, y extenderse algo más con algunos autores -Nietzsche apenas tiene unas líneas y era mi filósofo favorito durante el bachillerato-, pero en cambio descubre a otros y abre la puerta de Darwin y Freud, dos personajes vitales en la historia por su pensamiento y trabajos.

Entre lección y lección, hay una pequeña novela, sencilla, sobre Sofía y su vida, sobre la verdad de la existencia de su mundo. Una cuarta pared que se hace añicos, un mayor bastante travieso al que le gusta urdir pequeños planes que rompen la realidad con su máquina de escribir. Un libro que no deja de ser una carta de amor para su hija adolescente que lo espera sentada en un muelle a la orilla de un lago en Lillesand. He echado en falta algo más de pericia del autor en el enfrentamiento de creador y creados, el final es algo abrupto, como si las ideas hubieran acabado de repente. Aparte de eso, he sentido que la traducción es demasiado literal, haciendo algunas conversaciones algo extrañas e incoherentes. 

La Filosofía abre puertas y ventanas de la mente y deja entrar aire fresco. Hay que aprender a pensar, a sorprendernos, a no esperar una respuesta fácil ante una pregunta. Nunca fue tan importante como ahora, una época en la que vivimos ofendidos por chorradas. Mis hijos leerán este libro, pero antes de que lo hagan ya les habré hablado del mito de la caverna.

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