Hace mucho tiempo Nietzsche acuñó en uno de sus libros una de sus frases más famosas: "Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo mira también dentro de ti". Aquí hay dos chicas que miran a sus respectivos abismos, que se enfrentan al miedo y al futuro.
Nagi comienza a caminar sobre el alambre del músico, inseguro, esforzado y lleno de inseguridad y llanto. Un camino por el que su hermano lleva mucho tiempo dando decididos pasos a veces, vacilantes la mayoría. Le toca conocer el dolor, pero también la satisfacción y la calidez de la música en una actuación estelar, reivindicativa, un auténtico duelo entre pianistas que Nagi se lleva a pesar de su sádico acompañamiento.
¿Y Kaori? Kaori lleva mucho tiempo mirando otro tipo de abismo imperturbable que no se deja ganar con facilidad, que te alienta a rendirte y ver pasar los momentos sin hacer nada. Pues menudo chute de energía se ha comido de alguien que la ha convertido en esclava de sus propias palabras: ¿Crees que podrás olvidarlo?
Admiro un montón al Kôsei de este tomo, pero admiro mucho más a un Watari que antepone a su amigo y a Kaori para darle una charla de esas que emocionan y salen de lo más profundo del alma.
Lo mejor: el genio de Nagi y su duelo con Kôsei al son de La Bella Durmiente;
Lo peor: el botón de reset.
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