Este es un tomo combativo, lleno de gente peleona que lucha por mil razones. Que lucha contra o para sus sentimientos; o contra ese héroe al que siempre siguió; o contra los temidos exámenes; o contra una lluvia que te obliga decir lo que sientes. O, simplemente, que lucha por vivir un minuto más.
Es un tomo que contiene el gran momento de Takeshi y su sacudida de las dudas, de su reivindicación como un intérprete de pura raza capaz de respetar y profanar una partitura con su carácter, de abandonar héroes de corazón frío y abrazar compañeros y rivales del piano y de la vida. Es la vuelta del niño que subía la escalinata del templo de una sentada y oteaba ufano el horizonte.
Es un tomo de sinceridad con uno mismo y con los demás. Un tomo de una Tsubaki egoísta que -por fin- se libera y le pasa su sufrimiento a Kôsei. Un tomo de un Kôsei que quiere ver a Kaori y nada más.
Y es un tomo que prepara al lector para la tristeza, para la belleza de la vida en su más nimio aspecto. Un tomo que es la antesala del final más triste y bello imaginable.
Lo mejor: "No se trata de tener tiempo, es que quiero verte. ¿Algún problema?"; El golpe a traición de Tsubaki.
Lo peor: Uno nunca está preparado para terminar una serie tan bonita.
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