miércoles, 17 de febrero de 2021

El mundo se mira, pero no se toca

Majo no Tabitabi


Desde su niñez, Elaina ha sentido fascinación por un libro que su madre siempre le leía, que narraba los viajes alrededor del mundo de una misteriosa bruja llamada Niké. Inspirada por esos lejanos países y sus increíbles historias, Elaina decide estudiar día y noche para convertirse en bruja y emprender un viaje para emular a su heroína.

Así, en Majo no Tabitabi nos sumergimos en una larga travesía a todas partes y a ninguna a la vez, donde visitamos de la mano de la pizpireta brujita países, reinos y ciudades distantes, cada uno de ellos con una particularidad muy marcada que esconde una moraleja que podemos tomar o dejar, que puede ser útil o inservible. Su formato autoconclusivo le otorga libertad para jugar con las situaciones a las que se enfrenta Elaina, o para cambiar radicalmente el tono de la serie, que varía desde la más inocente e inocua de las comedias hasta la crueldad y la crudeza capaces de poner a prueba corazones tallados en piedra. Normalmente sus intenciones son más amables que otra cosa, y esos episodios más polémicos desentonan en la visión general de la serie, y diluyen una expectativa de ver algo que refleje lo mejor y lo peor de nuestro mundo, que invite a pensar. Creo que ahí es donde la serie funciona mejor, y languidece cuando opta por los extremos, sea el que sea.

El principal atractivo del anime es, sin duda, su protagonista. Elaina es uno de esos personajes magnéticos que no puedes perder de vista. Guapa, inteligente y de increíble perspicacia; pero también altiva, vaga y un poco creída. La chica va a su bola y, siempre que puede, evita los problemas dando un paso atrás. No tiene interés en ser la salvadora del mundo, y cuando se ve forzada a intervenir comete errores que tienen consecuencias con las que debe cargar. Elaina, en definitiva, toma decisiones, decisiones que no siempre son correctas o al menos son cuestionables o crean incomodidad en nosotros los espectadores. Esas decisiones abren un debate en nuestro interior sobre si emplearíamos nuestro poder para proteger un pueblo sitiado por una suerte de muertos vivientes, o liberaríamos a una esclava que es humillada y violada por su dueño, o por el contrario, antepondríamos nuestra seguridad y miraríamos para otro lado. Esa es la faceta más redonda de la serie, la de hacernos pensar, pero por desgracia no esta lo suficientemente aprovechada con más historias del palo.

Puede que el apartado visual fuera el anzuelo que mordí para ver este anime de episodios autoconclusivos y viajes a ninguna parte, cualidades que o evito o simplemente no me atraen. Una estética definitivamente volcada hacia la temática de fantasía, de reinos y ciudades que oscilan entre el medievo y el renacimiento, siempre girando alrededor de esa característica peculiar de la que he hablado en párrafos anteriores. Preciosos diseños de personajes, con un punto más de esmero en los de las brujas, cuyas facciones y ropajes marcan la personalidad de aquellas. Elaina es simplemente perfecta, con el toque justo de madurez e ingenuidad accidental, la mirada despierta, y la larga melena ceniza coronando el conjunto. Todos estos elementos animados con cuidado, regalando algunos momentos de acción dignos de recordar, pero sin descuidar las acciones más cotidianas e imperceptibles.

En su conjunto, Majo no Tabitabi es un anime de resultado desigual y algo extraño, que en cierto sentido traiciona la expectativa de mostrar algo más centrado, más serio, más aleccionador, pero que al final esas intenciones (si existían) acaban siendo devoradas por una protagonista demasiado deslumbrante que no encaja a la perfección como una observadora que pase desapercibida entre la multitud. Pero no me importaría seguir sirviéndome de su mirada para seguir planteándome si dar la espalda a las malas acciones es una forma más de complicidad.

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