martes, 7 de abril de 2020

Bakemonogatari #3: Me cautivas

Es hora de que el caracol vuelva a casa.

No se trata de la historia, ni muchísimo menos. La resolución del problema de Hachikuji no ha sido nada sorprendente, ni siquiera la gran revelación es inesperada. Se trata del proceso, de las conversaciones triviales, ahí está la sustancia. Bakemonogatari trata muchas veces de ser ligera pero en su ADN está el hablar continuamente entre líneas o esconder en la trivialidad lo verdaderamente importante. Temas como el amor y el esfuerzo que hay que poner en él, la familia, el hogar, el miedo a ser diferente y quedarse atrás, el lugar de los hijos en una separación... Todo esos temas aparecen y desaparecen rápido, pero dejan poso y hacen pensar al lector, otorgan perspectiva. 

Arararagi... Quiero decir, Araragi (perdón, son los nervios) es un personaje extraordinario que se adapta a cualquier circunstancia. Soporta con estoicismo la oratoria de Senjôgahara, es un cómplice perfecto de la sabia Hanekawa, congenia con facilidad pasmosa con una Hachikuji a la que consigue poner de los nervios con un chasquido de dedos... No hay momento en el que no encaje, en el que esté fuera de lugar. Es el pegamento que une las páginas de cada tomo. Me ha encantado su demostración de carácter enfrentándose a todo y a todos con tal de ayudar a Hachikuji.

Una lectura interesantísima... Para el que se atreva.

Lo mejor: Araragi es un protagonista como la copa de un pino, la triple doble página de Senjôgahara, boing.

Lo peor: Aunque bien hecha, la resolución de la saga es convencional.


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