miércoles, 17 de abril de 2019

Bakemonogatari #2: Caracol

Los monstruos llegaron para quedarse en el blog.

Cuando llegas por primera vez a esta franquicia y lees el primer tomo, andas más perdido que el barco del arroz. Una vez leído el segundo... Uno sigue perdido, pero un poco menos. Empiezas a hacerte una idea de dónde te has metido a través de las ligeras pinceladas del pasado de Araragi y Hanekawa -quiero saber más, mucho más de ella, lo necesito- y de las deliciosas conversaciones de la porculera de Senjôgahara y el resignado Araragi. Pero seguir perdido es irremediable, pues una tal Hachikuji se cruza en el camino de Araragi y el espíritu solidario de este (no es que le gusten las niñas, eso sería un problema muy gordo) lo obliga a ayudarla a encontrar el camino a casa. 

Gráficamente me sigue impresionando esa cantidad de detalles y simbología que meten los autores en cada viñeta, ese trazo fino y delicado combinado con una variedad increíble de tramas. Aparte, Ohgreat es un maestro dibujando personajes femeninos, Senjôgahara y Hahikuji se lucen con unos primeros planos preciosos; esas dobles páginas de Kissshot rogando por su vida y Hanekawa son simple y llanamente sublimes. Este manga es un placer para la vista, más allá de que la historia te pueda gustar o no.

Sigue siendo una lectura raruna pero molona. Llena de pequeños detalles -ojo a esa guerra en segundo plano entre palomas e insectos- y juegos de palabras que le dan una personalidad única. Se ha convertido en una de mis lecturas obligatorias cada vez que sale tomo nuevo.

Lo mejor: Senjôgahara sigue dando la nota con sus habilidades oratorias; se ve un poco más hacia dónde va la historia; "¿Quieres sado? Expulsado".

Lo peor: Insisto, no es una lectura para todo el mundo.

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