viernes, 18 de enero de 2019

Desmadraos, amigos míos

Grand Blue


Iori es un joven puro e inocente a punto de comenzar la universidad. Se va a trasladar a la casa de su tío, una tienda de venta y alquiler de submarinismo, donde compartirá estancia con sus dos hermosas primas a las que hace mucho tiempo que no ve. Sus planes de una vida universitaria tranquila y rodeada de chicas guapas se ven truncados cuando al entrar en la tienda se encuentra a una jauría de hombres fornidos, desnudos y borrachos como cubas.

Qué bien se lo debieron pasar aquellos que sabían bien de qué iba esta serie cuando vieron las reacciones de los que íbamos de nuevas. Y yo que me esperaba un slice of life con mucho humor blanco, algo de comedia romántica, muchas dosis de submarinismo... 

Luego vi el primer episodio. Y lejos de espantarme, me encantó.


Grand Blue es una gamberrada, irreverencia en estado puro, una botella de Spirytus bebida de un trago a palo seco, un baile desnudo frente a una hoguera cual pagano desbocado, los sueños y anhelos de los hombres condensados en un puñado de horas. Pero sobre todo, es la expresión máxima de la amistad, esa amistad genuina y sincera, donde puteas a tu amigo o lo traicionas a la más mínima oportunidad cuando hay una chica de por medio.

Eso es en definitiva esta serie, una sucesión de cafradas perpetradas por unos personajillos de aviesas intenciones pero de buen corazón a fin de cuentas. Lo mejor de todo es que no es una serie que se pase de rosca a pesar del abundante alcohol que la riega, y las chicas son precisamente las más respetadas: tienen sus momentos de lucirse -sobre todo Azusa, que al ser una tía buena con mente de tío es un puntazo en todos los sentidos-, pero siempre con suma elegancia y compostura. Todo lo contrario que los chicos, cualquier oportunidad es buena para liberarse de la molesta atadura de la vestimenta, o de cualquier conato de saber estar. De vez en cuando (muy de vez en cuando), la serie adquiere un tono serio y da alguna clase amena e interesante de submarinismo apoyándose en la inexperiencia tanto de Iori como de los otros noveles, Aina y Kouhei, otro par de personajes a los que no se les puede perder de vista, sobre todo al último, que se convierte junto a Iori en una pareja tronchante que sufre y ejecuta algunos de los maquiavélicos planes del Club Peek A Boo.


Gracias a la ambientación costera, la gama de colores de la serie es viva e intensa, dando el do de pecho con unos fondos marinos espectaculares. El diseño de personajes es limpio y esbelto, fiel a los diseños del manga pero con las lógicas simplificaciones para facilitar el trabajo de los animadores -se hecha de menos el pelo complejo y salvaje de Azusa-. Hablando de la animación, no es un apartado en el que Grand Blue destaque, aprovecha la hilaridad y parodia de la serie para tomar atajos, pero el resultado final es más que correcto. Su banda sonora es alegre con reminiscencias a la ambientación costera ya mencionada; ante todo destacar el opening, una canción que transmite un buen rollo increíble, y el ending, fiel a ese tono gamberro y desenfadado de la serie.

A pesar de que Grand Blue es en muchos sentidos bastante cafre y burra, sabe contenerse y convertirse en una serie condenadamente divertida y recomendable. Una fiesta salvaje que ni el alcohol de benceno puede hacer que olvides.

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