miércoles, 8 de julio de 2015

Silver Spoon #11: Si le aparto la mirada, me mata

Volvemos a la granja con el undécimo tomo de la cuchara de plata. La única serie que leo en el intervalo de sacar el tomo del paquete y ponerlo en la estantería.

Se acaba el curso y también una etapa en Yezo. ¡Y nuestro Hachiken ya sabe más o menos qué hacer con su vida! No voy a decir nada para no destriparos (más) el tomo, pero lo que nace como una simple sugerencia se convierte en la semilla del gran plan que le hará plantarle cara incluso a su mismísimo padre. El cambio que ha pegado desde que se perdió en el campus persiguiendo a un ternero hasta ahora es muy inspirador, la verdad. Mientras, Mikage sigue hincando los codos a tope y viviendo en la inopia romántica, aunque si la relación entre este par de idiotas avanza, esta vez será gracias a ella. Si no acaban juntos "oficialmente" dimito de la vida, dicho queda.

Aparte de eso, más de lo mismo pero mucho mejor: todos tan chalados como siempre, da mucha pena que el grupo de la residencia, tan unido en su estupidez se vaya a "separar" para el curso siguiente; es cierto que seguirán juntos pero no será lo mismo. Eso sí, antes de la separación nos regalarán grandes momentos como el del cocido sorpresa.

Antes de terminar, y no hay mejor momento que el comentario de este tomo, necesito poner en valor al señor Okawa, ex-presidente del Club de Hípica y futuro integrante del Inem japonés. En este y en el anterior tomo está enorme, y cuando digo enorme es ENORME. Es tan cabroncete y puñetero y tontolaba que cada vez que hace una de las suyas o sale a relucir su desgracia las risas están aseguradas. Su aportación al día de San Valentín no tiene desperdicio.

Lo mejor: El bueno de Okawa; el duelo de miradas; las chicas metiendo la nariz en la relación de Mikage y Hachiken.

Lo peor: Que se "separan" y aunque se seguirán viendo a diario no va a ser lo mismo.

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