Qué puedo decir de este tomo, nada más que Emi se lo ha comido. Es cierto que al final comienza la actuación de Kôsei y aparecen los fantasmas y traumas desencadenados por unas desafortunadas palabras del chico. También hacen acto de presencia las temidas medicinas. Pero nada de eso importa cuando Emi se sube al escenario.
Lo normal es pensar que del dúo de rivales Takeshi es el fuerte, pero yo apostaría más por Emi. La volubilidad de la pianista la hace mucho más peligrosa: puede que sea más factible que entre en un bache o que un detalle nimio y sin importancia afecten a su interpretación, pero si se encuentra con inspiración sus actuaciones son tan coloridas e intensas que ni siquiera una técnica sobresaliente puede hacerle frente. El acicate de Kôsei y una puesta en escena espectacular (precioso y sobrio el vestido, necesito decirlo) enmarcan una actuación simplemente perfecta. La lástima es que, dada la cantidad de buenos secundarios que tiene la obra y el camino que tomará esta, Emi no tendrá más momentos sublimes como en este tomo.
Por cierto, os recomiendo mucho oír cada una de las composiciones que tocan los personajes. Son fáciles de encontrar en internet y le dan un toque muy especial a la lectura.
Lo mejor: la actuación de una Emi intensa y carismática.
Lo peor: las medicinas.
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