martes, 9 de marzo de 2021

La ciencia se escribe en piedra

 Dr. Stone


Una luz cegadora deslumbra al mundo justo cuando Taiju Ooki va a declararse a Yuzuriha Ogawa, convirtiéndolos tanto a ellos como al resto de la humanidad en estatuas de piedra. Milenios después, los sentimientos del chico lo ayudan a liberarse de la petrificación, encontrándose en un mundo salvaje que nada tiene que ver con el que conocía. Pronto se reencontrará con Senku Ishigami, su amigo de la infancia y una mente privilegiada que es poco menos que la encarnación de la ciencia. Así, el científico y el grandullón se proponen, con la ayuda de dos millones de años de avances científicos, revivir a la humanidad y recuperar el mundo y la vida que perdieron.

El primer cuarto del siglo XXI está viniendo acompañado de una hornada de mangas y animes dirigidos al público joven que dejan la batalla y la violencia en un segundo plano para aupar al ingenio como principal arma para desarrollar historias relativamente inteligentes y complejas que consigan enganchar al público. Dr. Stone tal vez sea una de las más representativas de ese tipo de series, poniendo en el foco a un debilucho que se sirve de su inteligencia y perspicacia para hacer realidad todo tipo de artilugios tecnológicos y sobrevivir con más facilidad en un mundo que ha retrocedido a la Prehistoria. Y, ciertamente, engancha, porque el espectador casi nunca es capaz de adivinar qué nuevo invento o innovación va a traer de vuelta, ni la utilidad del mismo en una situación para la que no parece indicado en absoluto. No obstante, me parece curioso que una serie tan enfocada a la ciencia y que se preocupa por explicar con relativa profundidad los pasos a dar hasta llegar a una determinada invención, exija al espectador un constante acto de fe: partiendo de la base de un adolescente que es literalmente la enciclopedia británica de carne y hueso, hasta la creación de antibióticos y vidrio en un mundo primitivo, pasando por la analepsis de Byakuya y la tripulación de astronautas, cumplidora en emotividad y lazo de Senku con el poblado, pero científicamente muy cogida por los pelos. No es malo per se que la serie recurra a la complicidad del espectador para superar ciertas trabas en el guion que la realidad no permitiría, pero parte del proceso de elaboración e innovación queda un poco cojo sin nuestra colaboración.


La serie no renuncia a la acción para ponerle las cosas difíciles al bando científico, recurriendo a Tsukasa, un némesis para Senku, origen de un debate interesante entre dos opciones muy grises: volver al status quo original, con sus grandezas y miserias, o crear desde cero un mundo puro y sin mácula, renunciando en el proceso a toda comodidad científica y eliminando a todo aquel considerado corrupto. Volviendo a la acción pura y dura, esta funciona bastante mal y rompe el ritmo de la serie, no está todo lo bien implementada que debería, y propone a unos contendientes cuyas cualidades físicas desafían a una ciencia que la serie tanto se preocupa de promover y defender.

Visualmente la serie va sobre seguro, aprovechándose del espectacular dibujo de Boichi para economizar en otras áreas. Tiene una animación eficiente que nunca da sorpresas desagradables pero que tampoco recurre a la fluidez, sino a aprovechar muy bien su fotografía y planos fijos dinamizados con hábiles movimientos de cámara y efectos de sonido potentes. Sus personajes se deforman con facilidad y presteza para apuntalar la vis cómica de la serie, y los primeros planos de las chichas son simplemente cautivadores. Un trabajo cumplidor, de manual.

Tiene muchos defectos que pulir -algunos muy difíciles de pulir- pero Dr. Stone es un entretenimiento muy divertido y aceptable. Mi único deseo es que el ingenio y la inventiva de Senku lleven la Stone Wars por unos derroteros muy diferentes de los que la mayoría suponemos. El ramen y el algodón de azúcar invitan a la esperanza.

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