domingo, 7 de febrero de 2021

Llévame a la Luna

Tonikaku Kawaii


Nasa Yuzaki, nombrado así en honor a la agencia espacial estadounidense, es un chico que quería estar por encima de su nombre, y estudió y estudió, hasta ser el mejor de su clase. Tenía su vida planificada a la perfección, nada podía salirle mal si no bajaba la guardia... pero la bajo al encontrarse con una chica preciosa, la chica de sus sueños, y en un intento por alcanzarla un camión lo atropelló. Pero ni ser un saco de huesos rotos le impediría declararse a esta misteriosa chica, que aceptó estar juntos, pero solo si se casaban.

El amor tiene mil caras, tal vez sea el sentimiento más insondable y aterrador al que nos podemos enfrentar, precisamente por esa necesidad casi instintiva de buscarlo pese a todo. Es alegría y tristeza, calma y tempestad, cordura y locura, dulzor y acritud. El tema perfecto para una canción, ya sea para ensalzarlo o mandarlo al infierno. Un motivo para mirar dentro de uno mismo y convertirse en digno de la otra persona. El amor de Tonikaku Kawaii empieza con un estallido, una mirada distraída a la luz de un camión desbocado. Un amor que se empieza por el tejado, con dos jovenzuelos que se casan a traición, con nocturnidad y alevosía, sin apenas saberse el nombre del otro. El inicio de un camino hecho de pasos pequeños, manos cogidas y una complicidad que tiñe de azul el cielo.

El amor que propone Tonikaku Kawaii a través de Nasa y Tsukasa es dulce, tontorrón y optimista, pero sobre todo, es el amor de las pequeñas cosas, el de la rutina del día a día, el de ir juntos de noche a comprar la comida del día siguiente, o el de hacerse esas fotos a escondidas que se guardan como el más precioso de los tesoros. Son doce episodios donde el joven matrimonio convive y se descubren el uno al otro y a sí mismos en la trivialidad de la vida; a veces siguiendo a rajatabla los convencionalismos de la vida marital, otras veces creando sus propios ritos y tradiciones; a veces por sí mismos y otras bajo el paraguas de unos personajes secundarios que se deleitan viendo (e interviniendo) el devenir de los tortolitos. Poco importan las pistas que insinúan la verdadera identidad de Tsukasa, ni ese final distante y agridulce que nos podrían evocar, porque lo importante es el ahora, el dormir a la misma altura, una fiesta de takoyaki.

El desarrollo pausado e inteligente, salpicado de un humor que desgasta nuestras risas, sazonado con la picardía inocente de Nasa y la tranquilidad abierta a la sorpresa de Tsukasa, se complementa a la perfección con un estilo visual de simplicidad engañosa y colores vivos, capaz de ser muy satisfactorio pero a la vez de quedar en segundo plano y ceder todo el protagonismo a la historia. Su animación está medida al milímetro, no le falta ningún fotograma pero tampoco lo malgasta, se sirve de primeros planos y deformaciones cómicas, a juego con el tono desenfadado y amable de la serie.

Desde luego, el amor es la cosa mas extraña e inexplicable que jamás llegaremos a comprender. Pero no se trata de eso, sino de llegar a la conclusión de que todas esas pequeñas cosas que se comparten, esas que son de lo más triviales y cotidianas, no pueden ser otra cosa más que amor.

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